miércoles, agosto 01, 2018

Relatos de la Ascendencia - Dubtaks

Los Dubtaks habían vivido por y para la tecnología durante generaciones. Pese a su aspecto pequeño y aplanado, eso nunca fue impedimento para avanzar más allá de lo que las especies rivales eran capaces de lograr… Claro que también les ayudaba tener ese aspecto a la hora de camuflarse, infiltrarse y robar toda la tecnología que estuviera su alcance. Así era como los Dubtaks se habían alzado como la especie dominante de su mundo: robando a sus enemigos y usando lo que sustraían contra ellos.  
Y cuando las demás especies ya habían sido doblegadas, solo quedaban los rivales definitivos: el resto de los Dubtaks. Y las guerras entre los Dubtaks, las más sigilosas, pero a la vez las más dañinas, llevaban siglos sin terminar. Solo hasta que, al fin, una de las tribus se alzara victoriosa frente a las demás, pero eso no había ocurrido aún: la ventaja que una tribu conseguía, al poco otra se la quitaba.  
Una de estas tribus, sin embargo, había dedicado todos sus esfuerzos en poner fin al conflicto de operaciones encubiertas. Habían planeado un golpe maestro, el robo de robos.  
Sus espías habían vuelto del Gran Continente del Sur con noticias sobre los progresos que sus rivales habían estado haciendo en la Isla Polar. Pese a no obtener mucha información, la que habían sustraído revelaba avances que parecían lejos de lo que cualquier otra tribu Dubtak era capaz de hacer en aquella época. Unos avances que podían poner en peligro la supervivencia de su tribu si no los adquirían de inmediato.  
Por eso necesitaban a los mejores en su trabajo. Un equipo que nunca había fallado en sus misiones de infiltración. Ellos triunfarían donde los primeros espías fracasaron. Debían colarse en los laboratorios de la Isla Polar y robar sus nuevas investigaciones. Una misión, en apariencia, sencilla.

La Isla Polar, en la parte más meridional del Gran Continente del Sur, era un lugar inhóspito. Pocas especies, tanto animales como vegetales, sobrevivían a aquellas temperaturas que helaban prácticamente cualquier líquido. Pero para los Dubtaks, y concretamente para este equipo encubierto, eso no era una complicación. Lo bueno de haber sobrevivido a base de robar tecnología es que siempre tenían algún dispositivo, alguna herramienta, que les ayudara incluso en las condiciones más adversas. El vehículo de sigilo no solo iba equipado con la tecnología de camuflaje más avanzada, sino también con un sistema ambiental de última generación que mantenía a sus ocupantes cómodos y templados.  
Los laboratorios estaban ya a escasos metros, y aunque confiaban en los sistemas de ocultación de su vehículo, era mejor no acercarse demasiado. Era algo más que ser descubiertos: sus rivales podrían robar el vehículo y su tecnología, y usarla en su contra. No iban a servirles un plato tan suculento.  
Así que, equipados con sus herramientas de trabajo, abandonaron el vehículo. El piloto tenía instrucciones de irse si en media hora no habían vuelto, pero le aseguraron que tardarían mucho menos.  
Llegaron deslizándose a gran velocidad hasta las puertas blindadas de los laboratorios. No hacía falta un largo vistazo para fijarse en que eran puertas de una aleación muy resistente, y que los sistemas de seguridad que las bloqueaban se encontraban entre los más avanzados de entre las tribus Dubtaks. Pero siempre había alguien más listo, y el equipo de infiltración estaba entre esas mentes privilegiadas.  
Un pequeño zumbido de un dispositivo provocó un fallo en las puertas de los laboratorios, abriéndose una rendija apenas perceptible para cualquier otro. Era del tamaño idóneo para que pasara un Dubtak adulto, y uno a uno los infiltrados entraron.  
Dentro del complejo científico, el grupo se deslizaba rápidamente. Las condiciones en el interior eran mucho más idóneas, así que podían moverse con soltura. Por supuesto, no perdían de vista el circuito de cámaras de seguridad. Gracias a los primeros espías, tenían su localización memorizada, y todos sus movimientos aprovechaban cualquier punto ciego. Y, aunque hubiesen sido captados, eran tan rápidos que solo se verían unos manchurrones indistinguibles de un fallo en la cámara de turno.  
Sabían por dónde ir, y no por ello debían ignorar cualquier peligro que pudiera estar al acecho. Sus sentidos estaban lo bastante desarrollados para intuir si algún guardia se ocultaba tras una esquina, o si había nuevos dispositivos de seguridad que pudieran complicar su labor, y que no hubieran registrado sus compañeros en su primera incursión.  
Varios guardias habían pasado, deslizándose de una forma casi ensayada, y muy lenta. La velocidad y la habilidad de los cuerpos de estos infiltrados, sin embargo, estaban por encima de las del Dubtak medio, así que daba igual lo atentos que estuvieran los guardias, cualquier estrechez era aprovechada para desaparecer sin dejar rastro. A los Dubtaks como ellos les divertía usar las propias habilidades de su especie contra sus congéneres, y más que tuvieran un éxito tan arrollador. Los guardias estaban demasiado confiados, no había otra manera de explicar que se les engañara tan fácilmente.  
Tras varias vueltas, los infiltrados Dubtaks encontraron uno de los muchos terminales externos que podían modificar para conectarse al ordenador principal de las instalaciones. No llevó mucho rato alterar el terminal para que se conectara a la red privada, saltando cualquier dispositivo de seguridad informática sin activarlo. Solo quedaba empezar la descarga de datos una vez localizada la información que necesitaban. Sabiendo que tendrían que llevarse teras y teras de datos, habían traído varios dispositivos de almacenamiento que, en cuestión de segundos, ya estaban cargados con nueva información. El proceso era rutinario pero veloz. Y, pese a que uno de los infiltrados había estado de guardia, no vieron a nadie que intentase detenerles.  
Cuando el último disco estaba lleno, pusieron en marcha la última fase del plan, antes de la huida. Uno de los espías conectó un nuevo aparato al terminal. Sus compañeros escucharon un chirrido procedente de su camarada, lo que entre los Dubtaks era el equivalente a una risa contenida. Una vez terminó de preparar el aparato, se volvió hacia los demás y todos comenzaron a deslizarse a gran velocidad lejos de allí, y fuera del edifico.  

Una nueva misión cumplida con éxito. Habían conseguido lo que venían buscando y, además, habían inoculado un virus informático que estaría, en esos momentos, destruyendo todas las bases de datos de sus rivales, incluyendo cualquier copia de seguridad. Y no dejarían ninguna traza que los llevara hasta ellos.  
Sus enemigos en la Isla Polar se quedarían sin nada, y ellos lo tendrían todo.  
Dentro del vehículo, revisaron los discos de información que habían recolectado. Ciertamente, los avances que habían hecho estaban muy lejos de la tecnología Dubtak más moderna. No tenía sentido que hubiesen logrado tanto en tan poco tiempo y que, además, muchas de las investigaciones tuvieran notas aparte. Notas de traducción.  
Según la información que seguían repasando, sus rivales habían creado antenas capaces de recoger información del Cosmos. Eran datos que, aparentemente, procedían de otras especies inteligentes de la galaxia. Se habían pasado un buen tiempo traduciendo idiomas de los que nunca habían oído hablar, habían creado glosarios, y, a partir de ahí, habían descifrado toda aquella tecnología alienígena, incluyendo lo que debían ser planos de naves espaciales.  
Dubtaks en el espacio. La idea era demasiado tentadora para no ponerla en marcha. Cuando volvieran con el resto de la tribu, propondrían tan arriesgada empresa: convertirse en viajeros espaciales, llegar a contactar con los alienígenas y hacerse con todos los datos que necesitaran mientras sorteaban cualquier posible peligro. Porque en el Universo había mucha información, más allá de la que su pequeño planeta podía ofrecerles.  
Y la iban a obtener. Obviamente, de la forma más rastrera posible.  
Al puro estilo Dubtak.  

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