viernes, agosto 03, 2018

Relatos de la Ascendencia - Fludentri

El arte de la guerra se cultiva en muchas formas y en muchos lugares. Desde las más altas montañas hasta los más recónditos valles… e incluso las mismas profundidades del océano pueden albergar a los más mortíferos guerreros.  

En un mundo cubierto por las aguas y el hielo, existía una especie que había sobrevivido siendo la más fuerte y la más hábil. Muchos habían infravalorado a aquellos luchadores natos, nacidos de la misma esencia del océano, y habían pagado el precio. En un mundo donde la diferencia entre vivir y morir era tan determinante, los Fludentri se convirtieron en los señores de la guerra.  
Aquellas criaturas fluían como las propias aguas, con sus cuerpos líquidos y sin forma de los que, a veces, surgían sinuosos tentáculos. El conocimiento de su propio cuerpo y su espíritu de lucha los llevaron a ir más allá, y descubrieron que podían solidificarse hasta volverse tan resistentes que ni las armas más poderosas podrían herirles. Y si alguna vez eran heridos, no tardaban en sanarse y asestar el golpe definitivo. Puesto que un Fludentri rara vez moría, y siempre mataba a sus enemigos.  
Los desafíos de su propio planeta habían quedado pequeños para los Fludentri. Todas las demás especies inteligentes habían aprendido a respetar a tan formidables luchadores a través del miedo y la derrota. Los Fludentri apenas conocían la compasión, y se regodeaban viendo cómo aquellos seres, antaño rivales, se arrastraban ante ellos, pidiendo clemencia por sus ofensas en el pasado… Solo para encontrar la muerte.  
Aquellos viejos enemigos se habían vuelto demasiado predecibles, así que los Fludentri comenzaron a luchar entre sí. Veían en aquellas batallas no una lucha de poder como cualquier otra especie enfrascada en una guerra civil, pese a que las posiciones de las grandes familias venían determinadas por su pericia en el combate, sino más bien consideraban en una forma más refinada del arte que ya practicaban. Los Fludentri se respetaban entre sí, dispuestos a batirse en duelo para saciar su hambre guerra, para entretener y animar a sus gentes, y para mantener viva la llama de la batalla.  
Pero hasta aquello tuvo su límite. Pese a que los Fludentri siempre habían sido creativos en las artes del combate, incluso las luchas entre ellos por puro entretenimiento habían empezado a tornarse aburridas. Faltaba algo, y lo sabían muy bien. Necesitaban savia nueva. Savia extranjera. Pero ¿de dónde la obtendrían, si todas las demás especies huían de ellos, sabiendo el destino que les aguardaba?  
Tal vez la respuesta estuviera más allá de su hogar.  

Desde hacía un tiempo, varios Fludentri habían estado observando el cielo reflejado en sus océanos. A veces incluso salían a la superficie, tan extraña para ellos, para observar mejor aquellos diminutos puntos que se dejaban ver en la bóveda celestial. Al principio no supieron qué podían ser, pero pronto pensaron que, tal vez, no es que fuesen puntos pequeños, sino que estuvieran muy lejos. ¿Y si la respuesta a sus ansias de luchar estaba allá, en aquellos lugares tan recónditos y brillantes?  
Pensaron en el cielo que había sobre el océano. Si esos puntos eran lugares lejanos, entonces ese cielo, ese Cosmos, debía ser enorme. Y debía estar lleno de otros mundos que no podían ver. Y que, en esos mundos, hubiera otras especies que pudieran batirse contra ellos.  
Los Fludentri no eran dados a la filosofía. Sus mentes solo pensaban en su superación como guerreros, y el ponderar sobre otros lugares, otros mundos, con otros seres era una cuestión planteada por luchadores, no pensadores. Enemigos poderosos podrían estar esperándolos, allá en la lejanía, y ellos no lo sabrían. ¿Cómo podían ellos, los Fludentri, los señores de la guerra, estar tan lejos de algún conflicto en la inmensidad del espacio? ¿Qué lugares estaban fuera de su alcance y su fuerza? Sentían el furor guerrero exigirles que llegaran a estos mundos y participaran en sus luchas.  
Así fue como nació la casta de científicos de los Fludentri. Eran escasos y su mente rara vez pensaba en algo que no era el combate. Tuvieron muchas complicaciones para hacer siquiera prototipos y pruebas, porque nunca habían hecho algo tan extraño para ellos. Fue duro para aquellos que solo pensaban en derramar la sangre de sus enemigos dedicarse a otros menesteres.  
Pasaron muchas generaciones hasta que las primeras barcazas Fludentri se abrieron paso por las aguas, ascendiendo y abandonando las húmedas profundidades. Sin embargo, no llegaron muy lejos en sus primeros intentos, y pronto los Fludentri también descubrieron su propia mortalidad más allá de la vejez: las naves se desintegraban al fallar, y sus tripulantes desaparecían para siempre. Jamás regresarían porque no quedaba nada que pudiera regresar.  
Tardaron muchas más generaciones hasta que consiguieron poner en órbita alrededor de su mundo grandes bases llenas de Fludentri ansiosos por explorar y combatir. En aquellos lugares, sus científicos trabajaban sin descanso, mejorando sus naves con el mejor armamento y las mejores defensas que los más fieros guerreros pudieran soñar tener.  

Cuando la primera nave definitiva de los Fludentri estuvo lista para partir, llevando a bordo al venerado Primero de entre sus guerreros, sea providencia, sea casualidad, tuvo pronto una oportunidad para probarse frente a un enemigo. Los Fludentri habían descubierto una barcaza no lejos de la órbita de su mundo. Ni qué decir que aquellos moradores alienígenas no iban preparados para lo que se iban a encontrar. Su nave, de un metal de tonalidades marrones, cayó presa del poder de la artillería Fludentri. Los restos de aquella nave se desintegraron al entrar en la atmósfera, mientras los triunfales Fludentri comenzaron su periplo por el Universo tras esta victoria.  
El Primero pensó que aquellos seres habían demostrado ser débiles y estúpidos. Sintió decepción, aunque aquellos fueran simples exploradores. Incluso las avanzadillas deberían estar preparadas para la batalla. Era un error que los Fludentri nunca perdonaban, tal y como habían demostrado.  
Pronto más naves se unirían al periplo de los Fludentri por la galaxia. Y que las demás especies se prepararan, puesto que sus mundos se convertirían en los próximos campos de batalla.  

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