miércoles, agosto 22, 2018

Relatos de la Ascendencia - Nimbuloides

La vida de los Nimbuloides se regía por las Corrientes. Así era como llamaban a las fuerzas que dominaban el gigante gaseoso, rojizo y radioactivo, que consideraban su hogar. Durante muchas generaciones, las Corrientes habían decidido el destino de los Nimbuloides, y nunca habían cuestionado los susurros que les llegaban. Se movían con tranquilidad, flotando, estirando y contrayendo sus cuerpos, enormes bolsas purpúreas rellenas de gas, mientras las Corrientes les indicaban qué hacer.  
Pero no solo era viento lo que traían las Corrientes. Los flujos químicos que estas portaban eran lo que realmente movía a los Nimbuloides. Una energía que, para ellos, era la verdadera esencia del Universo. Y pronto comprendieron que las Corrientes no solo afectaban a su planeta, sino que podían extenderse más allá.  
Las Corrientes de las estrellas eran intensas. Refulgían y se arremolinaban, mandando mensajes a los Nimbuloides desde los confines de la galaxia. Sabían que debían alcanzar esas Corrientes que estaban tan lejos, y debían encontrar la manera. Habían persistido gracias a las Corrientes, e incluso con ellas encontraron un don que sería puesto a prueba.  
Los Nimbuloides eran capaces de moldear las moléculas, modificar los átomos, mover los protones y electrones… una habilidad perfeccionada con la experiencia, algo que otros habrían visto como un atentado a las leyes de la misma Naturaleza, cuando la realidad era que solo los Nimbuloides conocían el secreto de su poder. Habían tenido siempre aquella habilidad, pero únicamente a través de los flujos de las Corrientes habían aprendido a manejarla.  
Muchas estructuras sólidas comenzaron a sobresalir, con el paso del tiempo, de entre las espesas nubes radioactivas de su hogar, lugares de tonos oscuros bañados por la luz roja donde los Nimbuloides podían dormitar o meditar. Aquellas estructuras habían nacido del propio gas, sus peculiares ingenieros habían convertido la materia más abundante del gigantesco planeta en algo tangible, e incluso podían realizar el proceso inverso. Aquello permitía una gran facilidad de construcción, deconstrucción y transporte. Y el sólido les pareció una forma muy efectiva para contener el gas.  
Ahí debía estar la clave para el viaje hacia las Corrientes estelares: contener los gases de su mundo en más sólidos que les permitieran cruzar las grandes distancias siderales. La era espacial de los Nimbuloides comenzó tan pronto aquella idea surgió en sus mentes.  
 
Las Corrientes traían nuevas sobre los avances de la exploración estelar. Sobre los gases de su hogar, las herramientas que habían creado consiguieron establecer una órbita alrededor de su mundo. De esta forma, podían traer información de las estrellas que observaba y los planetas alrededor de estas. Pero no eran capaces de ver las Corrientes, como sí podían los mismos Nimbuloides. No les importaba: aquellos instrumentos solo mostraban la superficie, un destino lejano, y el pueblo Nimbuloide sabía que era su labor, no la de aquellas máquinas, detectar y seguir las Corrientes que los llevarían a esos mundos.  
Muchos eran los Nimbuloides que trabajaban en esas herramientas, y también en las barcazas sólidas que deberían convertirse en el transporte adecuado para su misión. El espacio exterior no era el lugar adecuado para los pesados gases Nimbuloides, eso ya lo sabían, y por eso trabajaban con tanta dedicación en la creación de las primeras naves espaciales. Convertían el gas en metal, y viceversa, cualquier error en la creación de un material era rápidamente subsanado con un simple cambio de la estructura molecular. Era un juego de niños para los Nimbuloides y de ahí que su trabajo estuviese tan avanzado.  
Pero, por mucho que su trabajo fuese tan impresionante como rápido, una cosa era acelerar el trabajo físico y otra ejercitar la mente Nimbuloide para los largos viajes espaciales. En este aspecto aún tenían mucho por aprender. Pero por eso también querían escuchar las Corrientes de más allá de su planeta. Sus primeros pasos podrían servir para obtener un conocimiento que se les escapaba, pese a ansiarlo.  
No tenían por qué lanzarse inmediatamente a por los mundos más lejanos. Alrededor de su propia estrella orbitaban otros planetas, unos parecidos al suyo, otros muy diferentes. En estos planetas también habría Corrientes que les indicarían qué hacer, cómo sobrevivir a la hostilidad, cómo alcanzar el conocimiento esquivo…  
Estaban dispuestos a tomarse su tiempo si así tenía que ser, pues las Corrientes auguraban un buen futuro si se extendían por el Cosmos.  
Y las Corrientes nunca habían fallado a los Nimbuloides.  

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