lunes, agosto 13, 2018

Relatos de la Ascendencia - Kambuchka

Aquel planeta había vivido tiempos mejores. Su superficie apenas era visible después del cataclismo, había quedado cubierta por una atmósfera tan densa que había aniquilado a prácticamente todas las formas de vida de aquel ya lejano período. Era un mundo grande, aparentemente vacío, y orbitaba, lento y casi renqueante, alrededor de las estrellas gemelas.  
A pesar de aquel entorno hostil, nuevas especies surgieron en aquel planeta tan cambiado, y de entre todos destacó, con los ciclos, una especie en particular.  
Los Kambuchka estaban compuestos por una sucesión de membranas oscilantes. En sus comienzos, utilizaban el tacto y el oído como sentidos principales tanto en la búsqueda de las microscópicas plantas que filtraban para alimentarse, como en la detección de depredadores. Eran muy lentos, flotando casi sin rumbo y desorientados, sin saber si vivirían un día más en aquella tierra tan peligrosa y misteriosa.  
Sus cuerpos se vieron afectados ante aquella atmósfera opaca, transmitiendo a su prole nuevas características sensoriales, hasta que todas las membranas de su cuerpo se convirtieron en receptores tan refinados que podían percibir hasta la más pequeña alteración en la atmósfera. Conocer las diminutas diferencias entre tantos escenarios, desde la preciada comida hasta el inminente peligro, pasando por los compañeros de su especie, se había convertido, con el paso de generaciones y de la evolución, en puro instinto. De otra forma, los Kambuchka no habría podido medrar en un mundo tan competitivo como brumoso, ni tan siquiera habrían conseguido, sin estar en lo alto de la cadena trófica, haber logrado alzarse como la especie dominante de su planeta, abandonando sus tiempos nómadas y estableciendo ciudades en la espesa atmósfera.  
De entre todas las generaciones de Kambuchka, siempre había uno que destacaba de entre sus congéneres. Tras las duras pruebas a las que era sometido, este Kambuchka era proclamado el nuevo Señor de los Sentidos. Si de por sí su especie tenía una percepción sensorial que había superado con creces cualquier expectativa, el Señor de los Sentidos hacía honor a su nombre, colocándose por encima de cualquier Kambuchka.  
La más reciente Señora de los Sentidos tenía un ritual particular desde hacía traslaciones. Todos los días, ascendía sobre la atmósfera de su mundo para que sus receptores sensoriales pudieran desplegar todo su potencial. La más sensible de entre los Kambuchka había descubierto, en una de sus incursiones, movida por una curiosidad que no había conocido su gente, que era capaz de detectar la vida de otros mundos. No solo sabía que uno de los satélites que orbitaba su planeta contenía vida, había percibido algo más allá incluso de sus estrellas.  
En un principio achacó aquello a la ausencia de las nubes más densas, que limitaban la gran capacidad sensorial de su gente. Pero en otras incursiones, ninguno de los Kambuchka que la acompañaron había llegado a percibir algo así, y mucho menos a tanta distancia. Alguno sí había percibido un leve pulso vital en el satélite que ella ya había detectado, pero poco más.  
Así que, pese a hacerlo sola, la Señora de los Sentidos afinaba aún más sus sentidos con cada nueva salida, hasta que percibió una gran concentración de seres vivos a mucha distancia, muy lejos de su sistema estelar. Pero no se detuvo, y su radio de acción fue agrandándose, hasta abarcar miles de estrellas con sus millones de mundos y sus billones de seres vivos. Para la Señora de los Sentidos, era una sensación tan fascinante como abrumadora, y que la dejaba aturdida durante horas al volver a su hogar.  
Además, el mismo viaje fuera de las capas más bajas de la atmósfera podía ser peligroso para cualquier Kambuchka. La Señora de los Sentidos se había acostumbrado a la escasez de aire respirable, pero en sus comienzos a punto estuvo de morir más de una vez. El tiempo, la experiencia y la costumbre la habían vuelto muy cauta en su ritual.  
Bajo ella, protegidos por la atmósfera que cubría su planeta, sus congéneres Kambuchka seguían enfrascados en la creación de su primera nave espacial.  
En las más grandes ciudades de los Kambuchka, muchos estaban volcados en su particular carrera espacial, movidos por el deseo de conocer esas concentraciones de vida que la Señora de los Sentidos había detectado. No eran un pueblo especialmente tecnológico, pero esta nueva curiosidad los impulsó más allá de lo que habían podido esperar alcanzar, dejando atrás su tecnología cuasi-primitiva. Sin embargo, también eran conscientes de que, pese a estos logros, quedaban muy por debajo de lo esperado: su primera nave parecía demasiado delicada por el exterior, y a saber si su interior era aún más débil e inestable.  
Pero la especie en conjunto había decidido que era lo mejor para ellos. Podrían encontrar otros mundos donde su atmósfera fuese más ligera y sus sentidos pudieran llegar aún más lejos. Pese a ser la especie dominante, aún temían a los depredadores de su mundo, y llegar a otros planetas con otras formas de vida podía suponer el cambio a una existencia más pacífica. Pero la Señora de los Sentidos ya había advertido que algunas formas de vida que sentía podrían ser hostiles, y los Kambuchka debían seguir estando alerta, aprovechando la ventaja de sus finos sentidos.  
Y fue entonces cuando lo notó una vez más. La Señora de los Sentidos había percibido aquella presencia hacía tiempo, pero no estaba segura de qué era exactamente. Sólo sabía que cada vez estaba más cerca. Podía significar muchas cosas, aunque una de las posibilidades parecía la más evidente: otra especie había descubierto el viaje espacial, seguramente usando naves espaciales como la que estaban construyendo los Kambuchka. La cantidad de vibraciones que percibía cada día que pasaba no hacía más que confirmar que una gran cantidad de seres vivos se aproximaba.  
Pronto llegarían. Y seguramente descubrirían a los Kambuchka. Ya había advertido a sus congéneres y solo quedaban dos posibilidades: que los visitantes no fuesen hostiles… o que la primera nave Kambuchka estuviera lista, y preparada para lo peor.  
La Señora de los Sentidos bajó rápidamente hacia la parte más baja de la atmósfera. Era el momento de informar de sus progresos. Y que pudieran sobrevivir a lo que llegara…  

No hay comentarios: