lunes, junio 25, 2018

Creadora - parte 2 de 2

El patio del alcázar está listo. Mesas, sillas, algo de comida y bebida para matar el tiempo, el escenario principal… Todos han trabajado a destajo para que esté a punto para la hora decisiva. 
Maya se pone bien la chaqueta. Al final ha podido dormir una siesta ligera y reparadora. No ha soñado, y eso para ella es suficiente. Mira a Pepe y a Merche, los dos vestidos igual que ella. Parecen los padrinos de alguna boda, con pantalón de pinza oscuro, chaqueta a juego y una camisa blanca. Maya sonríe al recordar que, en el pasado, tal y como le había contado Tata Celeste, las ropas eran más parecidas a las de los bufones centroeuropeos. Con el tiempo, decidieron que era mejor modernizar el vestuario, y así parecían más bien directores de orquesta… aunque desecharon la pajarita por incómoda. 
La comparación con una orquesta es acertada: las manos son una parte importante de los Creadores, dirigiendo sus creaciones. Hay quienes lo combinan con su voz, e incluso ha habido, y hay, Creadores que solo con sus palabras han sabido estar a la altura. No entre aquellos elegidos en esta Reunión, pero sí entre el público. Igual que sus familias.
Inspira y espira, inspira y espira… Maya se repite constantemente esas palabras mientras lo hace. Siente aún la mano de Lena sobre la suya. Hasta que sea su turno, su esposa va a estar a su lado. Mira a la mujer con la que comparte algo más que una vida, radiante, elegante. Sabe que a Lena no le gusta tanto lujo, pero sabe aparentar, y está tan cómoda y guapa en pantalón como con un vestido largo. Maya se ruboriza y Lena sonríe, no solo por el sonrojo de su mujer, sino también porque sabe que, con esto, Maya está más tranquila. 
Los últimos rayos del sol se resbalan como la melaza por las murallas del alcázar. La charla se reduce poco a poco, hasta que todo queda en silencio, interrumpido por alguna que otra tos. Cuando la luz del sol desaparece por fin por el horizonte, una brisa comienza a soplar. Su origen está en el escenario, a donde todos miran. Un pequeño remolino blanco se está formando, y gira cada vez más rápido, creciendo con cada vuelta. 
De repente, el torbellino estalla, un fuerte viento golpea a todos, sin tirar a nadie al suelo. El viento se recoge y del humo blanco que ha quedado en el escenario aparecen tres figuras, cada una tan alta como dos personas. Sus ropas son túnicas sencillas, también blancas, y sus cabezas son calvas, sin rasgo alguno. 
Los Artífices se alzan impasibles. El momento ha llegado. 
No hay un anuncio de quién empieza, cada uno ya sabe su orden, y lo ejecutarán todo de la forma más solemne posible en esta noche.  
Pepe es el primero. Camina hacia el escenario y observa las blanquecinas figuras sin caras. Será un público más difícil que el habitual en sus espectáculos. Está mentalizado. Sabe que puede hacerlo. Respira. Sus manos y su boca están preparados, y el vapor azulado adquiere forma… 

Dos figuras corren, agarradas de la mano. En sus rostros solo se adivinan los ojos y la boca, y son suficientes para mostrar lo felices que son. Felices de estar juntas. 
Pero algo rompe ese vínculo. Un muro surge entre ambas, separando sus manos, y sus cuerpos. Un muro que intentan rodear, pero no encuentran ni su comienzo ni su final. Un muro tan alto que no pueden saltar. Llaman pidiendo ayuda, pero nadie responde a la llamada. Incluso en la desesperación, una de ellas comienza a golpear el muro, para finalmente resbalar, apretando los puños, y llorar tumbada en el suelo. 
La otra figura pega una oreja al muro. Está escuchando el llanto, y vuelve a pedir ayuda. No hay respuesta. Mira de nuevo el muro, se echa hacia atrás varios pasos, corre y salta. Solo consigue golpearse contra el muro. Lo intenta una y otra vez, sin éxito. Ya había visto lo imposiblemente alto que era antes, y sin embargo no piensa rendirse. 
En el otro lado, la figura llorosa se incorpora, escucha los golpes contra el muro, sabe de quién son. También pide ayuda desde su lado y, esta vez, otras figuras, tímidas en un principio, aparecen. Pero no solo en su lado: también en el otro lado, nuevas figuras observan a la que corre y salta. Se acercan a ella y, entre todas, la aúpan hasta llegar a lo alto del muro y poder saltarlo. Así, la pareja inicial está reunida de nuevo. Se abrazan, ajenos a lo que sucede a continuación. 
Las demás figuras, desde ambos lados, se muestran titubeantes, hasta que desaparecen, para reaparecer con todo tipo de herramientas, y en su esfuerzo conjunto derriban el muro. Las gentes de ambos lados se miran unos segundos antes de correr hacia el otro lado, fundiéndose todas las figuras en nuevos abrazos. 

Cuando Pepe termina, hay un amago de aplauso entre algunos de los presentes. Pero la Reunión es solemne incluso en este detalle y, finalmente, no se oye nada, mientras Pepe camina hacia un lateral del escenario. Nota la boca seca, y sabe que algo no ha ido bien al final. Solo espera que los Artífices no lo hayan notado. 
Tras observar a Pepe, Maya se vuelve hacia Merche. Esta presenta un semblante totalmente distinto al de aquella mañana: ahora está serena, segura. Las dos se miran unos segundos, Maya asiente, Merche también, y esta última se dirige al escenario para contar su historia…

Una figura solitaria se acerca a una estantería. Allí se pueden ver libros, muchos libros, de formas y tamaños variados. La figura toma un volumen grueso, que debe sujetar con ambas manos, y se acerca a una mesa que justo se materializa enfrente de ella. Deja el pesado tomo y lo abre. Hojea hasta encontrar lo que busca, pasa un dedo por la página, pasa a la siguiente, sigue leyendo, sin dejar que su dedo se pierda entre las intrincadas escrituras. De los labios de la figura salen palabras de poder, que se arremolinan en el aire. 
Las palabras se retuercen, rasgando la atmósfera, dejando una herida abierta en el tejido de la realidad. La figura, curiosa, deja de recitar. Usa sus manos para abrir ese espacio, ensanchando el hueco del que comienzan a escapar ojos que vuelan por todo el lugar, sin que nada los ate. Tentáculos y manos mortecinas abren aún más la grieta, para espanto de la figura que invocó aquellos horrores. No esperaba que fuese a descontrolarse. 
Formas viscosas irrumpen en la realidad, seres de aspectos imposibles, de diseños que una mente lúcida jamás podría imaginar. La figura corre a la mesa y recupera el gran libro, mientras es perseguida por las criaturas que ella misma ha convocado. Se maldice, se reconoce ignorante en su curiosidad. Tiene el libro abierto, buscando la forma de arreglar todo esto. Pero el peso del tomo hace que trastabille. 
Y, en ese momento, todo se detiene. Como si el tiempo ya no importase. Nada avanza, nada retrocede. Pausa, quietud. 
Cuando los horrores están a punto de consumirla, la figura pronuncia unas palabras antiguas que deshacen todo el mal que ha convocado. Las criaturas regresan a la apertura, y la herida interdimensional se cierra. Asustada, la figura arroja el libro contra el suelo, tiende la mano al vacío, de donde se materializa una antorcha con la que prende fuego al volumen maldito. 

Al finalizar, Merche busca con la mirada entre el público a Tata. Puede ver a la anciana, sonriente, complacida. Y la joven Creadora hace lo posible por no romper a llorar. Debe mantener la solemnidad del momento, así que camina hacia Pepe. En la emoción al ver la reacción de Tata, se ha olvidado de que sus manos habían dudado durante unos instantes, en los que su historia quedó pausada. 
Los ojos de Maya siguen a Merche hasta que se coloca junto a Pepe. La mano de Lena aprieta la suya, recordándole que aún está allí, a su lado. Y que así seguirá siendo, tengan o no las manos entrelazadas. Maya mira a Lena por última vez antes de ir al escenario. No olvidará esa sonrisa que le obsequia. Quiere tenerla en su mente pase lo que pase. 
En cuanto está colocada, Maya mira al público congregado antes de empezar. Cierra los ojos. Respira hondo. Alza los brazos y comienza a describir amplios arcos con ellos…

El bosque está tranquilo, un día más. El canto de los pájaros es una dulce melodía que las criaturas disfrutan. Retozan, saltan, se reúnen, se quieren. Saben que bajo la protección del Guardián del Bosque nada puede ir mal. 
Un árbol cae, los animales se asustan y corren confusos en muchas direcciones. Una máquina gigantesca, escupiendo humo y grasa, derriba más árboles a su paso, mientras figuras humanas comienzan a surgir, buscando árboles que talar, espantando más aún a los animales. Algunos humanos incluso llevan escopetas que no dudan en disparar, sin importar si hieren o matan a alguna de las criaturas. 
Pero ¿dónde está el Guardián? ¿Dónde está su salvador? Un golpe seco, más árboles derribados, y el ciervo gigante de intrincada cornamenta cae al suelo, herido de gravedad. Los humanos ríen, los animales se reúnen alrededor del moribundo Guardián mientras continúa la destrucción. 
Un cervatillo se acerca al rostro del Guardián, que apenas se mueve. Lo olisquea, salta a su alrededor, sin conseguir nada. Apoya finalmente su hocico contra el del Guardián. El cervatillo se convierte en humo, y se funde con la cara del Guardián. El ciervo gigante empieza a moverse, y los demás animales saben qué hacer. Se acercan al Guardián, sus esencias uniéndose a las del ciervo gigante al igual que la de aquel cervatillo. 
Cuando los humanos habían cantado victoria, ahora observan al Guardián del Bosque, de pie, curado con la fuerza de los habitantes del bosque, desafiando a los intrusos y sus máquinas. El potente bramido del Guardián espanta a los humanos, que huyen despavoridos. Pero el daño está hecho, y el Guardián observa con pesar el destrozo. 
El Guardián del Bosque mira al cielo y su esencia se desploma repentinamente. Su figura desaparece en una gran nube de humo que cubre todo. Al desvanecerse, los árboles han regresado a su estado original, los animales han vuelto… Pero no hay rastro del Guardián. 
Sin embargo, ellos lo saben: el Guardián vive en sus corazones, y volverá cuando se le necesite. 

Y Maya, por fin, abre los ojos, respira con tranquilidad y se reúne con Pepe y Merche. Nada ha ido mal, todo ha sido perfecto, y la gran sonrisa que muestra es prueba de ello.  

*** 
El silencio es más omnipresente que nunca. Las figuras de los tres Artífices se alzan impertérritas. Ninguno de los presentes sabe qué pasará a partir de ahora. Durante el último siglo, ningún Creador ha sido considerado no apto, los tres representantes han seguido con sus vidas… Y nunca, jamás, los Artífices han llegado al castigo supremo, aquel que, se dice, solo se ejecutará si ningún Creador ha dado la talla ante aquellos jueces implacables. Nadie quiere saber qué ocurriría si pasase. Nunca dijeron nada al respecto, y esperan nunca escucharlo. 
Aunque los tres Artífices son idénticos en aspecto, uno de ellos acaba adelantándose al resto, sirviendo como portavoz. Alza sus largas y esqueléticas manos al cielo, señal inequívoca de que han llegado a un veredicto. 
—Hemos decidido —dice una voz antiquísima, como la que Maya escuchó hace tantos años, como la que escuchaba en sus pesadillas—. La última historia os ha salvado, pueblo de Ogrera del Soto. 
El público, silencioso hasta entonces, empieza a murmurar. Eso quiere decir que la historia de Maya les ha complacido. ¿Y qué pasa con las otras? 
—Sin embargo, las historias anteriores, pese al esfuerzo y su pasión, se han visto empañadas por leves fallos. Incluso la menor imperfección puede arruinar una obra maestra. 
Los otros dos Artífices se sitúan a ambos lados de su portavoz. Uno de ellos señala a Pepe, el otro a Merche. Ninguno de los dos Creadores se cree lo que está pasando, ¿de verdad están siendo tan injustos? Ellos mismos lo han dicho: fallos leves. Pero tienen que aceptarlo, es su juicio. Con lágrimas.
Y Maya, frente al portavoz, se siente impotente… ¿Es así como acabará? ¿Dos personas que han puesto todo su corazón desaparecerán, sin más? ¿Y qué puede hacer ella, ahí, de pie, con sus piernas temblando, con lágrimas en los ojos, la boca abierta en un balbuceo mudo…?
Su actuación fue perfecta, pero ¿cómo va a salvar eso a Pepe y Merche?

«La valiente es la que conoce sus miedos y los enfrenta, sola o con ayuda de quienes ama. Y tú eres muy valiente, Maya.» 

Las palabras de Tata Celeste vienen como un relámpago a su mente. Maya cierra la boca, traga saliva, y alza las manos en un gesto desafiante que llama la atención de los tres Artífices. Sus caras vacías están vueltas hacia ella, la observan. 
Las manos de Maya bajan con un ritmo frenético, acompañadas por los vapores azulados tan característicos. Con relativa facilidad, recrea el muro de la historia de Pepe, los horrores tentaculares del cuento de Merche, y el gigantesco Guardián del Bosque de su propia narración. A pesar de ser tan diferentes, hay una armonía entre estas representaciones, una sinergia que las alimenta. El Guardián estalla en una nube que destruye el horror y derriba el muro; el humo se revuelve para mostrar, brevemente, los rostros de los tres Creadores elegidos, hasta que cambia nuevamente de forma. 
Todos los presentes reconocen la vista del alcázar, las callejuelas, las casas bajas, la fonda, la calle principal… Una representación detallada de Ogrera del Soto como jamás antes cualquier Creador había hecho. 
Y tres manos gigantescas la destruyen, el humo cambia otra vez, y los Artífices se encuentran cara a cara con versiones azules de sí mismos. Maya hace que los dobles espectrales se abalancen sobre los verdaderos Artífices, los cuales retroceden, solo para que los vapores desaparezcan. 
Maya, agotada, sudando y llorando, se arrodilla. Lena corre a su lado, y el silencio es al fin roto por las voces del público, voces cada vez más ruidosas, comentando lo que ha ocurrido. 
Sus rostros no lo muestran, pero los Artífices están sorprendidos ante esta reacción. Se miran entre sí, sin ojos, luego miran a cada uno de los elegidos. Se centran en Maya, apenas consciente tras el esfuerzo. 
El Artífice portavoz habla de nuevo: 
—Y así termina… 
Pero para entonces, Maya ya se ha desmayado. 

*** 

Maya abre un poco los ojos, y parpadea antes de abrirlos por completo. Está tumbada, pero no en el suelo del patio del alcázar, sino en una cama. Su cama. 
¿Cuánto tiempo lleva inconsciente? Se incorpora como puede. Su teléfono móvil está en la mesita de noche, y lo mira. Por la fecha y la hora no ha estado tanto tiempo durmiendo. Ni siquiera ha pasado un día desde… 
Se detiene. Llevaba inconsciente desde la noche que había temido a pesar de tener a tanta buena gente de su lado... Ya ha pasado, y ella… está viva. Pero ¿qué ha sido de los demás? 
De reojo, se fija en la figura enjuta que está contra la ventana de la habitación. Unos ojos tan viejos como tres vidas de Maya brillan, llenos de lágrimas. Tata Celeste se acerca poco a poco a la Creadora recién levantada, con los brazos abiertos. Y Maya la recibe con un cálido abrazo. 
—Sí, de momento no se ha…
Maya reconoce esa voz. Ella y Tata se giran, y ven a Lena entrando en la habitación y hablando por el móvil. El matrimonio se encuentra cara a cara. Tata se separa de Maya y da un par de pasos hacia atrás, con una sonrisa tan grande que casi parecía escaparse de los contornos de su arrugada cara. A Lena no le da tiempo a reaccionar cuando al fin Maya rompe a llorar, se le echa encima, la abraza y la besa repetidas veces. 
—¡Sí que te has levantado con fuerzas, cariño! —Vuelve a hablar por el móvil—: Ahora llamo, la bella durmiente está despierta.
Maya deja que Lena respire un poco y cuelgue. La Creadora no consigue encontrar la manera de expresar lo contenta que está con signos, pero con su actitud ya es más que suficiente para Lena. 
—Todo ha ido bien, si es lo que te preocupa. Todos han estado esperando a que despertaras… De hecho, estaba hablando con tu madre por teléfono. —Se guarda el móvil en el bolsillo—. Creo que quieren organizar algo en el pueblo, y no van a hacerlo sin ti. —Y le guiña un ojo —. Tata quería quedarse y esperar a que despertaras. Tus padres y Merche estuvieron antes, pero les dije que descansaran un poco. Llevaban desde anoche a tu lado, ¡menudo susto nos diste! —Señala aparte a un cesto de frutas que hay en el suelo de la habitación—. Ah, sí, Pepe también estuvo, y dejó esto aquí… Si no se ha quedado es porque… bueno… alguien tiene que organizar el despiporre post-Reunión. 
Las imágenes de aquella noche son confusas al principio, y poco a poco van recobrando su claridad. Las intervenciones de Pepe y de Merche, la suya, los Artífices comunicando su decisión, su reacción… Pero hay algo que falta. 
«Y así termina…» 
—«Y así termina la Reunión» —Tata Celeste completa la frase—. Pero había más… Antes de irse, dijeron que las Reuniones tal y como las conocemos cambiarán. Te vieron y comprendieron lo que se perdería si seguían como ahora. Entendieron tu mensaje. Has conseguido lo que muchas de nosotras ni siquiera tuvimos el valor de hacer. 
Maya pregunta por el terror que la invadía desde hace tanto: ¿se acabó el eliminar a aquellos que no considerasen aptos? ¿Nada de castigos supremos? Tata asiente y Lena se lo confirma. 
—Lo que hiciste anoche fue asombroso, Maya —es ahora su esposa quien habla—. Generaciones temiendo quién sería borrado, y llegas tú y consigues que cambien su forma de verlo todo. Ahora solo quieren que contemos historias, quieren disfrutar, quieren opinar… mientras no haya cámaras, claro. —Lena y Tata se ríen—. Pepe tuvo que hacerles la pregunta, ¡y qué cara se le quedó! La alcaldesa casi le suelta un «¡te lo dije!» en medio de todo. 
Lena agarra las manos de Maya antes de que esta pueda responder. 
—¿Sabes lo que significa? 
Otra vez está Maya llorando de felicidad. De nuevo abraza a Lena, y esta vez solo le da un beso, en los labios, largo y pasional. Lena también está llorando, las dos se quedan en esa posición durante minutos.
Cuando finalmente se separan, Lena le dice que mañana podrán celebrarlo como mandan los cánones. Maya piensa en toda la gente que estará allí, en toda la comida, la bebida, los bailes, todos los Creadores teniendo su minuto de gloria…
… Y también piensa en que, dentro de veinte años, nadie más tendrá que temer el manto de la Creadora que se presente ante los Artífices. Verá caras conocidas, caras nuevas, como nuevas serán sus historias. ¡Y quién sabe si Maya igualará a Tata Celeste en convocatorias!
La anciana adivina sus pensamientos y asiente, complacida.

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